Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 23 de diciembre de 1870
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Topete, al Sr. Ríos Rosas
Número y páginas del Diario de Sesiones: 324, 9.370 a 9.372
Tema: Disolución de las Cortes

El Sr. Ministro de ESTADO (Sagasta): Me levanto, Sres. Diputados, con mucho sentimiento mío, porque no quería de ninguna manera tratar ciertas cuestiones que aquí se han iniciado, una vez que otros Sres. Diputados las habían contestado en mi opinión cumplidamente; pero el Sr. Ríos Rosas, con grande extrañeza mía, las ha traído también al debate, y les ha traído con una indagación que ha hecho efecto, como lo hacen siempre las palabras de S.S. me extraña esto mucho de S. S., me extraña mucho de S. S., porque se ha hecho eco de noticias y vulgaridades de que yo creía que S. S. no se haría cargo jamás.

Han sucedido hechos lamentables, han ocurrido actos criminales, hechos y actos que el Gobierno más que nadie condena, pero que no son de la responsabilidad del Gobierno; y es muy particular lo que viene aconteciendo aquí. En estos momentos de interinidad, después de una revolución radical, cuando las pasiones se excitan; cuando los ánimos están conmovidos; cuando los partidos extremos, en su impotencia y en su despecho, cometen imprudencias, se pretende que las cosas pasen como en tiempos normales y tranquilos; cuando no hay motivo para que las pasiones estén conmovidas y los ánimos exaltados, hay una redacción de un periódico, ¡qué digo periódico! de un libelo, que calumnia, injuria y maltrata a personas y a instituciones; y no contento con esto, entra en el hogar doméstico y arranca los secretos más íntimos de la familia para llevarlos a la plaza pública, y arrastra por las calles la honra de la esposa y de los inocentes hijos; a consecuencia de eso, esos escritores calumniadores, infames, tienen un disgusto, y se grita: ¡horror! el Gobierno no hace nada; la responsabilidad es del Gobierno. Hay un empresario de teatro que quiere comerciar con la honra ajena; una parte del público, que va llevar a las tablas la honra de las familias, se indigna, protesta de esto: proviene en su consecuencia un conflicto: ¡horror! se grita; ¡La partida de la Porra! ¡El Gobierno no es Gobierno! En momentos y en circunstancias dadas, los hombres que viven en cierto partido discuten, se reúnen, se acaloran; hay por las pasiones políticas un disgusto, hay un conflicto: ¡horror! se repite; ¡la partida de la Porra! ¡El Gobierno es responsable de esto!

Pero, señores, en cambio matan en Astorga a un honrado padre de familia unos cuantos que se llaman carlistas, en la oscuridad de la noche, en su propia casa, y nadie dice nada, y entonces no se dice partida de la Porra, entonces no hay horror. Pero en cambio en un pueblo de la provincia de Valencia, se asesina a un alcalde, sin más que por ser alcalde, por un grupo de republicanos que se dicen federales, y entonces no hay partida de la Porra, [9.370] ni horror, ni nada. En cambio, señores, se asesina, se arrastra, se mata sacrílegamente a un gobernador en ni provincia, y no se dice nada, y no se grita ¡horror! , entonces no hay partida de la Porra, y entonces no acusa de nada al Gobierno.

Se arrastra también y se asesina a otro representante de la autoridad en Tarragona, y tampoco hay partida de la Porra. Señores, el Gobierno no ha de ser responsable de las consecuencias a que se exponen los calumniadores, los infamadores, y los que no viven más que del escándalo y de la difamación.

Pero dice el Sr. Ríos Rosas: " ¿qué ha hecho el Gobierno respecto a la partida de la Porra? " S.S. , que dice que conoce a los que la componen, que los nombre, que me lo diga, que se lo diga a los tribunales. Si los conoce, ¿por qué no los nombra? Lo que hace el Sr. Ríos Rosas respecto a esos atentados que yo deploro, que el Gobierno lamenta más que el Sr. Ríos Rosas por la posición que ocupa, ¿por qué no lo ha hecho respecto a los atentados de Astorga, Tarragona y Burgos? Si la justicia no ha dicho nada todavía respecto a esos atentados, es porque nada ha averiguado aún. ¿Ha averiguado el tribunal todo lo ocurrido en el asesinato del gobernador de Burgos? (El Sr. Vinader: Sí, más de 60 personas hay en la cárcel) ¿Pero ha aparecido el asesino? Todavía no ha podido descubrirse, de la misma manera que no han podido aún descubrirse los autores de esos atentados que tanto llaman la atención. Pero es extraño que de esto se hagan cargos sabiendo que hay causas criminales que duran mucho tiempo por circunstancias inherentes a las mismas causas. Un año, hace que empezó la causa por el atentado ocurrido en Tarragona, y todavía no ha concluido.

El Sr. Ríos Rosas, como hombre de gobierno, como hombre de Estado, como hombre práctico, ¿cree que el Gobierno puede evitar todos los crímenes comunes, que al fin y al cabo crímenes comunes son esos? ¿Cree S. S. que los Gobiernos pueden remediar o averiguar la verdad de todos los crímenes comunes que se cometen? ¿Por qué los Gobiernos han de ser responsables de los crímenes comunes que se cometen cuando a veces escapan a la acción de los tribunales?

A mí me ha extrañado mucho que el Sr. Ríos Rosas se haya hecho eco de esas noticias y vulgaridades: si yo me hiciera eco de otras vulgaridades y de otras noticias semejantes, yo podría decir también que S. S. tenía partida de la Porra. (El Sr. Ríos Rosas: ¿Yo?) Se lo voy a explicar. Yo digo esto, no porque lo crea, pero muchos de los republicanos que ahora le aplauden, se han acercado al Gobierno no para pedirle nada, puesto que han empezado diciendo: somos adversarios políticos, pero venimos a pedir justicia. Justicia contra la calamidad que pesa sobra las provincias de Cádiz y Málaga. La calamidad Ríos Rosas; porque los empleados que nombró cuando fue Gobierno, o que sostiene por su influencia, son una calamidad en nuestras provincias; son una calamidad, no dejan vivir a nuestros amigos; ni hay administración, ni hay justicia, porque los jueces y los empleados colocados y sostenidos por él, se ocupan en maltratar, en apalear y en usar todos los vejámenes posibles a todo el que no sea migo suyo. (Aplausos.)

¿Le hubiera parecido bien al Sr. Ríos Rosas que el Gobierno hubiera dado crédito á eso que tiene, y que yo tengo, por vulgaridades y chismes, y que hubiera venido a hacerse eco aquí de ellas y a decir que el Sr. Ríos Rosas tenía también partida de la Porra?

Yo no he dado crédito a esas noticias; y cuando iban al Ministerio de la Gobernación a decirme que los empleados que sostenía S.S., o que había nombrado cuando era Gobierno, no hacían más que maltratar, apalear y molestar de todas maneras a los que no eran amigos suyos, creía lo que creo ahora de las partidas de la Porra, que se imaginan para disculpar esas cosas... (Una voz: No.) Que se imaginan, sí; si no que se vaya a los tribunales; vengan las pruebas. (Una voz en una tribuna: Fuera.)

El Sr. VICEPRESIDENTE: Los celadores harán despejar las tribunas que interrumpan al orador.

El Sr. Ministro de ESTADO (Sagasta): Sí, se imaginan, porque conviene a ciertos periódicos imaginarlas; a ciertos periódicos que deshonran la prensa, y que no teniendo persecuciones legales que sufrir, las inventan de otra clase para después presentarse como víctimas. Así ha sucedido que algún periódico se ha quejado de que por Ia partida de la Porra había sufrido grandes atropellos; y cuando se le ha pedido por el juez declaración sobre este punto, el periódico no ha dicho nada. Han ocurrido ciertamente hechos lamentables; pero hechos desagradables, que son consecuencia de las circunstancias críticas y peligrosas en que nos encontramos. Pues qué, ¿se pueden hacer grandes revoluciones con la pretensión de no pasar por su terribles consecuencias? Pase si las revoluciones no fueran en sí mismas un mal; pues si los pueblos no tuvieran que pasar, para hacerlas, por peligrosas crisis, entonces, señores, se harían las revoluciones muy a menudo, porque los pueblos no aguantarían ni sufrirían lo que aguantan y sufren cuando son gobernados por un mal sistema. Desde el momento en que sintieran malestar por un mal sistema, le sacudirían por un movimiento revolucionario: no lo hacen por temor a las consecuencias de su propio sacudimiento, hasta que, conociendo que el mal se hace incurable, que el mal se hace crónico; viendo la muerte lejana y una vida miserable, prefieren cambiar en mal crónico por un remedio heroico; en enfermedad aguda que, o les quite pronto la vida, o les devuelva pronto a salud.

Cuando se habla de desórdenes en Madrid, yo me admiro de cómo hombres serios, cómo personas formales, cómo hombres políticos de talla y de importancia se la dan tan grande a hechos pequeños ante hechos grandes y sucesos extraordinarios. ¡Se habla de desórdenes en Madrid! señores, ¡desórdenes en Madrid! ¿En qué pueblo, en qué nación del mundo habéis conocido una cosa más admirable que la que ha pasado en Madrid? Se hace una revolución radical; se arroja del Trono una dinastía secular; se cambian completamente las instituciones del país, y el pueblo de Madrid ni un día ha sido dominado por el desorden. Calculad, Sres. Diputados, lo que hubiera pasado en cualquier capital de la nación más civilizada del globo, en la capital más culta, y espanta el considerar las consecuencias que hubiera experimentado si hubiese tenido que pasar por la ruda prueba por que ha pasado España, por una revolución tan radical que ha conmovido hasta los cimientos de la sociedad.

De otro argumento que ha hecho el Sr. Ríos Rosas debo también hacerme cargo: y no para dirigirle ninguno a S.S.; pero S.S. nos ha hecho la historia de los sucesos del año 56. Yo no he de hacer responsable de aquellos sucesos a nadie: sólo diré una cosa. Había entonces unas Cortes Constituyentes y había entonces unas Cortes Constituyentes y había entonces un Monarca en el trono. Pues bien, ese Monarca, haciendo uso de prerrogativa como Monarca, tuvo a bien cambiar de Ministerio. Y la verdad es, señores, que en aquellas Cortes, Constituyentes como eran, el Monarca separó en uso de su derecho (si S.S. quiere) separó a los Ministros que contaban con la mayoría en aquella Cámara, y nombró otros que no contaban [9.371] con ella. Pero no fue eso sólo, sino que viendo los nuevos Ministros que no contaban con la mayoría de las Cortes Constituyentes, y por consiguiente presumiendo que no contaban con la mayoría del país, en lo cual acertaban, porque el mismo Sr. Ríos Rosas nos ha dicho que no contaban más que con dos poblaciones en toda España, comprendiendo eso, quisieron fortificar una situación que no estaba dentro de la ley, que no estaba dentro de las condiciones que necesitan los Gobiernos liberales: y ¿qué hicieron? Declarar en estado de sitio a toda la Nación.

Las Cortes Constituyentes estaban suspendidas, estaban en vacaciones de verano, y podían reunirse cuando las convocara la Mesa. Pues bien, el Presidente de las Cortes Constituyentes, en uso de su derecho, convocó las Cortes en vista de aquellos sucesos, que no podían ser más extraordinarios. Se reunieron, no muchos en número ciertamente se reunieron casi todos los que había en Madrid, pero los bastantes para deliberar. Las Cortes, reunidas por la convocatoria de su Presidente, aprobaron un voto de censura a un Gobierno que empezaba su administración declarando en estado de sitio toda la nación. ¿Y qué mas hicieron las Cortes? Acordar un mensaje y nombrar una comisión que lo presentase al Monarca, ¿Y qué pasó con esa comisión? Que al ir a Palacio a presentar el mensaje, fue detenida por la fuerza militar. Si ese mensaje hubiera llegado a la persona a quien iba dirigido, es posible que se hubiera evitado la conflagración que después vino; pero no llegó, y la conflagración tuvo lugar. ¿Y quién es el responsable de aquel acto de fuerza? ¿Las Cortes Constituyentes? Evidentemente que no. Yo no quiero hacer responsable a nadie, ya lo veis; pero quiero hacer presente una circunstancia. Podrá decirse que la causa de la conflagración fue fatal; pero ¿sabéis cuál fue esa causa fatal? Pues la coexistencia de dos soberanías una enfrente de la otra; una soberanía aquí, en las Cortes, y otra soberanía en el Palacio Real.

Pues bien, señores, el Monarca va a venir, y bueno es que se sepa que los propósitos del Gobierno son nobles, que el Gobierno desea evitar que el país pueda volver a encontrarse en aquella situación que dio tan terribles resultados.

He molestado demasiado a los Sres. Diputados, y voy a concluir. Nadie que esté comprometido en la revolución de Septiembre, nadie que quiera realizar la revolución de Septiembre puede ni debe poner obstáculos a la pronta venida del Rey; todos, por el contrario, deben dar una prueba del más puro patriotismo, apoyando con firmeza, apoyando hasta con pasión, todo propósito que, como el que al Gobierno y a la mayoría impulsan en este instante, tienda a terminar pronto la interinidad, satisfaciendo pronto la necesidad pública más apremiante que siente en estos instantes nuestro trabajado país.



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